Mike Brewer intimida desde sus casi dos metros, sus manos gigantescas al estrecharlas y su semblante kiwi, hecho y derecho, más parecido a lo que uno espera de un tercera línea áspero (que lo era y vaya si lo era) pero, cuando empieza la charla, hay un giro. Notorio. Del «parecer» al «ser» hay una distancia muy amplia. La primera impresión es que pasa uno a conversar con un docente de escuela secundaria, con el Tutor que aconseja y guía más que con el experimentado entrenador que es y el picante jugador de Otago y All Blacks que fue. En definitiva, esa primera impresión perdura y se acentúa. En el marco de su presencia en Argentina para presentar el Curso de IRASAM (International Rugby Academy South America, de la que es entrenador) tuvimos una rato para charlar con él.
«Buenos Aires no es Invercargill» dice, para trazar también una comparación casi inimaginable. Se refiere a su estadía acá, en esta convulsión latina de luces y exitismo que nada tiene que ver con la rusticidad, quietud y calma sosegada de lo más al sur posible, del lejano sur neozelandés. Antes, la foto con Georgie Allen y Tati Phelan que ilustra esta entrevista. Un colega, Gastón Zmuda, desliza un «trescientos mil tackles entre los tres»… y es terriblemente cierto y debe haber sido doloroso para los rivales comprobarlo.
Habiendo pasado tanto tiempo en el hemisferio norte como entrenador, ¿cuál es el dilema rugbístico, si es que lo hay, entre los jugadores del hemisferio sur y los del norte?
No es un problema en sí mismo, sino un tema cultural, diría, hasta de aprendizaje. No me voy a referir a Sudáfrica, pero sí puedo hablar de Nueva Zelanda, Irlanda e Inglaterra, que conozco perfectamente bien. Ellos, en el norte, son metódicos. Van de A a B, de B a C, de C a D y cuando D se agotó, bueno… patada a algún lado definido y vuelta a empezar para, una vez con la pelota, recomenzar el ciclo. En el Sur, al menos los equipos neozelandeses y por lo que he visto, Jaguares y me animo a decir que también en el rugby amateur de aquí (NdR: Estuvo en Atlético del Rosario, varios días, colaborando) se puede ir de A hacia D, de D a J, de J a N y de N a B, casi sin problemas. Bueno, cada uno con sus cosas, pero en el Norte, seguramente, esa falta de romper estructuras los hace algo más previsibles. Ni mejores, ni peores, previsibles. En el Sur hay más adaptabilidad a las situaciones que surgen en un partido.
¿Pero no fue la Rush defense de Lions lo que de alguna manera doblegó a los All Blacks?
Si, ese día seguramente influyeron otros factores pero lo que quiero decir es que siempre fue rush defense. No hubo de momento y siempre hablando en general, una disposición natural a intentar sorprender. Fue Rush defense y listo. Le ganaron a Los All Blacks, si, pero eran 15 contra 14 (risas).
Y ese romper estructuras, esa «salida del molde» que es más latina que sajona, ¿cómo la suplen en Nueva Zelanda para que no se sepa que van a hacer?
Sorpresa táctica -algo que cualquier equipo de elite, estudiado, hace o debiera hacer hoy día- y en Nueva Zelanda, particularmente, las destrezas que manejan y se enseñan desde chicos, que permiten tomar decisiones y riesgos en el campo que no necesariamente están planificadas.
¿La «invención» de la palabra catchpass viene de ahí? ¿De esa gestación táctica?
No lo sé. Si, es una forma de hacer algo que resuelve muchas situaciones, ahora tiempo en la toma de decisión. Es casi natural. (NdR: tomar la pelota y pasarla, todo en el mismo movimiento, a la carrera con mucha velocidad y precisión).
¿Hay algo con los Terceras Líneas, ex All Blacks, que por alguna razón o nacieron y/o además se desarrollaron en Canterbury o en la Isla Sur que los convirtió en entrenadores con éxito y o sucesos diversos? Alex Wyllie, Todd Blackadder, Scott Robertson, usted…
Nunca lo había analizado… En realidad, un tercera línea tiene que pensar más rápido que el resto, tiene que saber correr las líneas, tiene que tener una visión completa de lo que pasa y puede pasar en el campo. Y agrego algo, por lo general en sus equipos -cuando no en All Blacks- esos jugadores también por lo general han sido o son los capitanes. Caso Richie (McCaw) o el mismo Read, incluso Blackadder. Los terceras líneas tienen una comprensión general del juego mucho más amplia, generalmente es así.
¿Y cómo puede explicar la llegada de Scott Robertson y el título a Crusaders, que se le negó a Blackadder y cómo ha sido su primer año a cargo del Bath?
Lo de Scottie no sorprende: él tiene una llegada a los jugadores que genera un clima en el plantel que es propicio para que todo salga bien. Es un entrenador excelente y muy abierto a escuchar no sólo a sus referentes, sino a todos. Ya lo había hecho con los Baby Blacks (los M20) y ahora lo hizo en Crusaders. Sobre Todd, bueno, es particularmente complejo llegar a una cultura diferente y que las cosas se le simplifiquen a un entrenador si no tiene tiempo para entender a esa cultura, para observar, para adentrarse en la nueva realidad… no sólo se trata de entrenar, se trata de entender de manera completa la nueva situación, los jugadores que uno va a entrenar, el lugar. Y Todd es una persona distinta, no es Robertson… Tal vez le cueste un tiempo más adaptarse al Bath.
Crédito foto: Daniel Salvatori