Las primeras líneas de este artículo bien podrían ser también, las últimas. Menos en la paga a los jugadores y por eso la emigración, acaso también en las afluencias de público aunque eso es discutible, en todo lo demás, el Super Rugby hace alarde de Súper. He aquí el porqué.
Por Eugenio Astesiano
Este viernes comenzará una nueva edición del certamen que tiene, reúne y distribuye en diferentes franquicias a los mejores exponentes del rugby del hemisferio sur, sin dudas y en paralelo, del mundo. O casi.
Para muchos de ellos será la última edición, el último show antes de mudarse de hemisferio cuando una cantidad importante de figuras pongan proa a Inglaterra, Francia, Gales e Irlanda.
Por eso, es que hay que sentarse a ver este torneo que va a ser disruptivo en muchos aspectos. En este año eminentemente mundialista, lo que pase acá con y en las franquicias impactará de manera directa en los seleccionados acá representados y, que uno de ellos sea el anfitrión y los otros cuatro, los últimos semifinalistas del Mundial 2015, tiene su atractivo y su morbo también.
Nueva Zelanda, Sudáfrica, Australia, Argentina y Japón tienen representantes en este torneo que tiene escasas aristas negativas por donde se lo mire. ¿El horario? Seguramente sea una de ellas. Pero no mucho más.
Hay al igual que en 2018, un total de quince equipos conforman este torneo, divididos en tres conferencias de cinco integrantes cada una: la Conferencia de Nueva Zelanda, por Blues, Chiefs, Hurricanes, Crusaders y Highlanders.
La Australiana tiene a Reds, Watarahs, Brumbies, Rebels y Sunwolves (JPN). La Sudafricana la integran Bulls, Lions, Sharks, Stormers y Jaguares (ARG).
El elenco japonés, Sunwolves, tiene una vinculación muy fuerte con Dunedin y con Highlanders. Jamie Joseph, actual entrenador del seleccionado nipón, lo fue hasta haca casi nada de Sunwolves y previo a eso, de la franquicia de Otago. Tony Brown, actual Head Coach del elenco con base en el Prince Chichibu Memorial de Tokio, no sólo fue jugador de los ‘Landers, sino uno de sus jugadores más emblemáticos. Fumiaki Tanaka, el medioscrum titular de los Brave Blossoms y de los Wolves también lo ha sido de… claro. Highlanders.
La franquicia nipona ha sumado nombres de peso a sus filas. Al ser casi todos o todos extranjeros, lo que es bueno por una lado para Sunwolves, es malo para el seleccionado japonés, en una clara muestra de que las paralelas se tocan y es la propia JRFU la que se ha encargado de hacerlo posible.
Brumbies no tuvo un gran 2018 y la realidad es que ha sido uno más porque nadie en Australia ha tenido un gran año, realmente.
Dan McKellar reemplaza a Stephen Larkham como Head Coach y el cambio tiene desde ya un impulso positivo. El ex apertura de la franquicia y del seleccionado, otrora enorme jugador, no ha conseguido como Coach los éxitos que se preveían podía haber llegado a conseguir en lo que es casi, su casa. La capitanía de Lealiifano es un faro, sin dudas. El jugador es emblema y en mucho de su accionar al mando de la camiseta número diez rondará la producción de los de la capital aussie, conjunto que rebosa de nombres propios y de peso (Slipper, Carter, Sio, Kuridrani, Arnold y David Pocock como rutilantes) pero que necesita amalgama y cohesión en el juego, dos aspectos de los que ha adolecido.
¿Rebels retomará el ímpetu? ¿Volverá a ser Cinderella a las 23:50, cuando aún es la bella princesa? Dave Wessels entiende que tiene con qué y a juzgar por los nombres, no se equivoca: el capitán Dane Haylett Petty, Matt Toomua, Ruru, Uelese, Koroibete, Reece Hodge más la dupla Will Genia – Quade Cooper digamos que invitan a la esperanza. Si todas las pelotas que consigan van a ir hacia afuera, es una pregunta de respuesta un tanto obvia con estos nombres y apellidos. Adam Coleman e Isi Naisarani son los delanteros de renombre para un equipo que requiere atención. En todo sentido.
Waratahs tiene, con la renovación de contrato a Daryl Gibson hasta 2020, un -aparente- tema resuelto allí aún, si los resultados no llegan. Lo de «no llegan» es deliberado porque en 2018 han llegado. Fueron los representantes de la Conferencia en playoffs pese a los malos pasos que dieron al inicio de la temporada donde no hallaban el rumbo rugbístico. Sin decir que finalmente lo encontraron, podemos aseverar que han sido un rival de cuidado porque eso está claro y lo estaba desde antes. Los de Sydney cuentan con un personal de indudable categoría: Israel Folau, Bernard Foley, Kurtley Beale, Rob Simmons, Ned Hanigan y todos, capitaneados por el extraordinario Michael Hooper, que -apenas- tiene 27 años. No parece.
Dentro y fuera de la cancha, Reds ha sido -por los asuntos con Karmichael Hunt (hoy en los Tahs), James Slipper (en Brumbies) y Quade Cooper (en Rebels) una franquicia golpeada, averiada. Con enormes dificultades rugbísticas, el equipo de Brad Thorn es una verdadera incógnita. ¿Con qué pueden salirse los de Brisbane? En principio, un equipo de impronta e índole absolutamente juvenil. Scott Higginbotham es el más veterano, con apenas 32 años. ¿El resto? la enorme mayoría no pasa los 23 años. ¿Talento? Seguramente aparezca. ¿Cómo se gestiona un equipo así? Todas las respuestas están en las manos del ex Segunda línea de los All Blacks.
En Sudáfrica, si bien ha habido una diáspora, también la llegada de viejas glorias y el amanecer de nuevos valores con experiencia en Currie Cup le da a los cuatro sudafricanos y a Jaguares, aires de renovación. También, en los Staffs.
Pote Human será el encargado de conducir los destinos de Bulls. La salida de John Mitchell junto a Eddie Jones a la Inglaterra hoy prematura y nuevamente candidata a campeona del mundo le dejó al Head Coach del equipo en la Currie Cup el camino abierto para hacerse cargo de un plantel que tiene contrataciones de peso. Pesos pesados.
El regreso de Cornal Hendriks a una punta desde el ostracismo impuesto por una afección cardíaca recuperada, la velocidad de Rosco Speckman a la otra más la llegada de sus majestades Duane Vermeulen y Schalk Brits le dan al equipo de Pretoria un ímpetu que, de demostrarlo en el juego y sostenerlo -hay que decirlo, el año pasado tuvo un resurgir- va a dar que hablar. Poderío físico, sobra.
Sharks querrá consolidarse como el equipo de la fuerza. En Durban apelan a mejorar lo realizado en la temporada pasada, pero no va a ser fácil. Un pack temible, potente, grande y su correlato en los backs. Hay juventud, pero predominan la experiencia y las mil batallas de unos delanteros con oficio y que son, sin lugar a dudas, el corazón. Altura y peso sobran también en las inmediaciones del Kings Park.
Habrá que ver qué más tiene para ofrecer el equipo de Robert du Preez en el campo. Lo que parece verse es que va a costarles conseguir dinámica digamos… de los equipos del sur. Scrum, maul, juego cercano al punto del contacto y mucha rispidez y potencia en los backs… eso viene en el ADN.
Stormers es hoy a Sudáfrica lo que Reds a Australia. Una franquicia con problemas de toda índole fuera de la cancha sobre todo desde el final de la temporada pasada, lugar al que se trasladaron todas las frustraciones rugbísticas del 2018 dentro del verde césped. Los de Ciudad del Cabo atraviesan desafíos emocionales y de juego. Conatos de coup d’etat de los jugadores para con Paul Treu, la nueva presidencia de Western Province Rugby Union comprometida a no gastar un sólo Rand de más para no terminar de desfinanciar a una unión con serios inconvenientes económicos… todo ese ruido intenso repercutió y caló hondo. Habrá que ver si Robbie Fleck y Siya Kolisi logran encausar los humores y enfocar las energías hacia el lugar que deben enfocarse. Jugadores de nivel, hay. Historia y tradición, también. ¿Desafíos para todos? De sobra.
Lions está en un equilibrio a priori, precario. Dos subcampeonatos seguidos pusieron a muchos de sus jugadores en el mercado europeo. la sangría fue imparable y así se han ido jugadores fundamentales. Pero si algo ha demostrado Lions con Ackermann primero y con De Bruin después es la capacidad de reinvención y adecuación. La cantidad de promocionados del equipo de Golden Lions (el que juega la Currie Cup) es profusa y tiene futuro. Dos pilares como Sadie y Dylan Smith tiene un enorme futuro en el rugby sudafricano, casi tan grande como su tamaño y tienen una inmejorable oportunidad de demostrarlo. Backs con pedigree de Junior Springboks como Gianni Lombard y Wandisile Simelane también van a hacer su aporte a un equipo que perdió jugadores pero no las mañas y la cadencia para lastimar con el rugby sudafricano menos sudafricano de todos.
Nuevo. Esa es la palabra que puede definir a Jaguares. Staff completo, muchos jugadores, capitán y por lo que se ha podido ver en los entrenamientos, también formato de juego. Todo eso, nuevo.
Para los argentinos es un nuevo desafío físico, mental y de probaturas este año de Super Rugby. Se han sumado jóvenes con presente promisorio, talento indiscutible y futuro inabarcable. Eso, sumado a la experiencia de un plantel que va a tener acaso por primera vez en esta cuarta temporada y tras haber alcanzado los playoffs en 2018, la oportunidad de demostrar y poner en campo algo de la tan mentada rotación (de minutos) sobre la que tanto se ha machacado pero que ha tenido poco suceso en puestos o jugadores claves. Todo indica, apunta y señala que va a ir en esa dirección: rotar, variar. Eso, en la previa, como ideal y casi como expresión de deseo. La realidad es que no parece que vaya a ocurrir al principio. Gonzalo Quesada tiene una temporada larga por delante en la que va a experimentar por primera vez las lides del sur.
Para el final, quedaron las fraquicias kiwis. Lo que ocurre es simple. Aquí, la pelea es por cuál de ellas no clasifica a Cuartos de Final. Mejor dicho, cuál de ellas es la que menos puntos suma. Su competencia es aparte, es como otra liga de nivel superior en un Super Rugby que tiene buen nivel.
Blues cambió Head Coach. Leon MacDonald reemplazó a Tana Umaga (que se quedó en el Staff) y sumó a nada menos que a Ma’a Nonu. A los 36 años, el centro no sólo sigue vigente, sino que se ha puesto como meta regresar a los All Blacks.
Blues… parece increíble que, con una franquicia tan poderosa, con un plantel rico, útil, versátil y con enormes posibilidades en cuanto a nombres, puestos y jerarquía sea tan irregular y con una volatilidad mental tan a flor de piel.
Sonny Bill Williams (más nominal que efectivo), Akira y Rieko Ioane, Dalton Papali’i, Patrick Tuipolotu -capitán-, Otere Black, Jimmy Tupou, Caleb Clarke… ¿Cómo puede ser?
Esa es la pregunta que Leon MacDonald y Auckland quieren responder.
Chiefs va con la heterogeneidad y su mano tendida para quien la quiera tomar. Un equipo el de Colin Cooper que puede encontrar agua en el desierto y da la sensación de que la prescindencia de algunas de sus figuras más determinantes ante la más mínima señal de lesión, cansancio, resfrío o una mala noche de sueño hará que Damian McKenzie, Brodie Retallick, Sam Cane y Anton Lienert Brown no sean de la partida. Por lo demás, la llegada postrera de Stephen Donald -huelgan las presentaciones- al equipo tiene como objeto dotar de experiencia a una plantilla joven y briosa, con las condiciones más que sobradas para hacerle pasar una noche de terror al más pintado. Y entre ellos, los nuevos aprendices de magos, está Etene Nanai Seturo. Sólo 19 años, pero escucharemos y veremos magia de él. Eso esperamos todos.
Hurricanes parece que imitará a Chiefs. La diáspora tiene aquí uno de sus epicentros para después del Mundial. Y con el Mundial, justamente, no está la cosa para arriesgar y poner en cancha por muchos minutos innecesarios a la constelación de All Blacks que nutren sus filas. Ardie Savea, Beauden y Jordie Barrett, el capitán Dane Coles, Milner-Skudder, Laumape, Perenara, Fifita… tal vez ellos vean la acción justa y necesaria ante los rivales justos y necesarios. El resto, que es una verdadera elite, tomará sus respectivos lugares y la nueva promoción hará lo suyo.
John Plumtree tiene que ocuparse, pero honestamente, difícil que necesite preocuparse.
Aaron Mauger y sus Highlanders tal vez sean el equipo más infravalorado de las franquicias kiwis. No van a resaltar, no van a brillar pero van a ser siempre enormemente eficientes. Un equipo de convicciones firmes, podríamos decir.
Elliot y Ash Dixon, Frizell, Squire, Parkinson, Coltman, Luke Whitelock… ellos le dan al pack lo que hace falta. No son fulgurantes, pero qué importa. En Dunedin no van a escatimar esfuerzos ni rudeza para hacerse con uno de los lugares de Cuartos de final. La partida de Lima Sopoaga supuso, como para Jaguares con la de Nicolás Sánchez, el desafío de buscarle un reemplazante que estuviese a la altura. Y si bien no lo hay de esa calidad, Marty Banks y Bryn Gatland (sí, el hijo) pueden cumplir bien la función distributiva.
Un pack que tiene eso que destacamos también en Sharks: poderío y fricción asegurados. Y backs que son una tromba con fortalezas físicas inigualables (Faddes, Buckman, Thompson, Li, Naholo) bien guiados por delante y en el fondo por Sr y Sr Smith. Aaron y Ben.
Atención con un buen comienzo de los Highlanders…
Y finalmente, el campeón.
Crusaders va por una nueva corona. Scott Robertson lo entiende así y no hay que ser erudito para poder determinar que los de Christchurch pueden repetir el cetro una vez más como en 2017 y 2018.
¿Va a haber rotación? Por supuesto, qué duda cabe. Los All Blacks van a ver acción cuando sea menester. Pero lo cierto es que aquí siempre ha habido rotación. Ocurre que la regularidad del equipo es tan abrumadora, los que entran hacen tan bien su rol que ¿alguien se acuerda que Kieran Read jugó poco en 2018? La realidad de los nombres supera a la ficción de su rendimiento dependiendo quien juegue. No hay tal cosa.
Perdió nombres (Tamanivalu, Crockett, Samu) pero promueve otros que llegan en altísimo nivel pero en silencio sin alardear, fiel a la tradición de Canterbury y de Tasman Makos en la Mitre 10, equipos de los cuáles se nutre y que no hace falta decir los éxitos de los mismos en esa competición…
Crusaders tiene muy pocos flancos débiles. Y si los tiene o aparecen, no tardarán en recomponerlos durante una competencia de largo aliento como esta.
Panorama lo menos extenso posible para un torneo extenso, excelso y plagado de novedades. Como señalamos al comienzo: menos en la paga a los jugadores y por eso la emigración, y en las afluencias de público aunque eso sea discutible, en todo lo demás, el Super Rugby hace alarde de Súper. Y le sienta de maravillas.