Hay cosas difíciles en el rugby y una de ellas, es revertir un resultado en el Super Rugby y sobre todo, ante equipos kiwis. Jaguares lo consiguió. No logró cerrar el partido (síndrome 2016) pero lo revirtió. Lo que pasó es que antes de revertirlo, primero padeció y desperdició muchas oportunidades. El resultado fue un calco del 2016. El desarrollo, también.
Por Eugenio Astesiano
En el primer tiempo Jaguares tuvo buenos primeros diez minutos y luego, puso todo a pedir de boca de Chiefs. El equipo argentino, con poca convicción en sus fortalezas, en sus puntos altos, cedió la iniciativa, la pelota, el territorio, otorgó penales y dejó de hacer las cosas que le solíamos ver con tanta prestancia.
Jaguares, en ese primer tiempo, lució abatido, entregado, falto de confianza. El equipo fue su propio enemigo. La impericia para resolver situaciones defensivas u ofensivas, el poco impacto a la hora de generar peligro, la defensa otra vez tan cerca del propio ingoal… Todas cosas que Jaguares sabe perfectamente que no tiene que hacer, las hizo.
Al inicio mismo del segundo tiempo, el equipo logró en un santiamén y casi inmediatamente, además de cambiar la parte mental, agregarle intensidad y fundamentalmente, convicción a la faz ofensiva. Revirtió su imagen 180°.
Desconocemos que fibras íntimas habrá que tocar en un equipo para que reaccione como reacccionó Jaguares en la segunda etapa, pero reaccionó. Y ahí hay un punto crítico: ¿será el mundial los que los tiene contenidos? ¿Qué puede ser? Un ex Puma que sabe de Super Rugby pero que además tiene intereses en el equipo, comentó «¿será que el entrenador los tiene atados a que no se salgan del sistema?«. Gonzalo Quesada lo respondió solo en la Conferencia de Prensa: «Le pedimos a los jugadores que no estén atados, que se suelten, que confíen en sí mismos, que tomen las oportunidades y las aprovechen». Eso se vio. Faltó justeza en algunas cosas -pases, comunicación- pero lo raro en Jaguares sería que no falte.
Ni idea sobre cómo puede operar la cabeza de los jugadores, pero este equipo, cuando está contenido, cuando está apagado, cuando está tibio, es claramente una cosa muy similar a lo que vimos ayer en el primer tiempo. Cuando están desinhibidos por la circunstancias o apremiado por ellas, cuando no hay más que hacer que quemar las naves, es otra cosa muy diferente. El equipo tiene ritmo, es vertical, punzante y ejecutor. Es un equipo peligroso.
Jaguares está preso de la plena convicción de aferrarse a algo rígido y persistir en ello aunque así no venga el partido y en los errores en la toma de decisión no de los conductores, sino de los portadores de la pelota en momentos críticos. Eso de no tomar riesgos a este nivel, no es viable. Hay que tomarlos. Mejor equivocarse y pedir disculpas que dejar pasar oportunidades y lamentarse después.
Entonces: si el rugby está, si la actitud está, si la convicción aparece, si todos saben lo que hay que hacer… ¿por qué hay altibajos como estos, incomprensibles?
La gira por Sudáfrica, los nuevos jugadores sumados, las oportunidades para varios y las ganas de otros, harán que veamos otra cara más de esta franquicia. Y si esta cara ilumina la esperanza, entonces, habrá que seguir por ahí.