Un manojo de oportunidades desperdiciadas

Hay cosas difíciles en el rugby y una de ellas, es revertir un resultado en el Super Rugby y sobre todo, ante equipos kiwis. Jaguares lo consiguió. No logró cerrar el partido (síndrome 2016) pero lo revirtió. Lo que pasó es que antes de revertirlo, primero padeció y desperdició muchas oportunidades. El resultado fue un calco del 2016. El desarrollo, también.

Por Eugenio Astesiano

En el primer tiempo Jaguares tuvo buenos primeros diez minutos y luego, puso todo a pedir de boca de Chiefs. El equipo argentino, con poca convicción en sus fortalezas, en sus puntos altos, cedió la iniciativa, la pelota, el territorio, otorgó penales y dejó de hacer las cosas que le solíamos ver con tanta prestancia.

Jaguares, en ese primer tiempo, lució abatido, entregado, falto de confianza. El equipo fue su propio enemigo. La impericia para resolver situaciones defensivas u ofensivas, el poco impacto a la hora de generar peligro, la defensa otra vez tan cerca del propio ingoal… Todas cosas que Jaguares sabe perfectamente que no tiene que hacer, las hizo.

Al inicio mismo del segundo tiempo, el equipo logró en un santiamén y casi inmediatamente, además de cambiar la parte mental, agregarle intensidad y fundamentalmente, convicción a la faz ofensiva. Revirtió su imagen 180°.

Desconocemos que fibras íntimas habrá que tocar en un equipo para que reaccione como reacccionó Jaguares en la segunda etapa, pero reaccionó. Y ahí hay un punto crítico: ¿será el mundial los que los tiene contenidos? ¿Qué puede ser? Un ex Puma que sabe de Super Rugby pero que además tiene intereses en el equipo, comentó «¿será que el entrenador los tiene atados a que no se salgan del sistema?«. Gonzalo Quesada lo respondió solo en la Conferencia de Prensa: «Le pedimos a los jugadores que no estén atados, que se suelten, que confíen en sí mismos, que tomen las oportunidades y las aprovechen». Eso se vio. Faltó justeza en algunas cosas -pases, comunicación- pero lo raro en Jaguares sería que no falte.

Ni idea sobre cómo puede operar la cabeza de los jugadores, pero este equipo, cuando está contenido, cuando está apagado, cuando está tibio, es claramente una cosa muy similar a lo que vimos ayer en el primer tiempo. Cuando están desinhibidos por la circunstancias o apremiado por ellas, cuando no hay más que hacer que quemar las naves, es otra cosa muy diferente. El equipo tiene ritmo, es vertical, punzante y ejecutor. Es un equipo peligroso.

Jaguares está preso de la plena convicción de aferrarse a algo rígido y persistir en ello aunque así no venga el partido y en los errores en la toma de decisión no de los conductores, sino de los portadores de la pelota en momentos críticos. Eso de no tomar riesgos a este nivel, no es viable. Hay que tomarlos. Mejor equivocarse y pedir disculpas que dejar pasar oportunidades y lamentarse después.

Entonces: si el rugby está, si la actitud está, si la convicción aparece, si todos saben lo que hay que hacer… ¿por qué hay altibajos como estos, incomprensibles?

La gira por Sudáfrica, los nuevos jugadores sumados, las oportunidades para varios y las ganas de otros, harán que veamos otra cara más de esta franquicia. Y si esta cara ilumina la esperanza, entonces, habrá que seguir por ahí.

Contratos centrales UAR. No hay que preocuparse, sino ocuparse

Poner como primicia un rumor de enero pasado es poco serio. Y entonces, tras el acuerdo de Pablo Matera para jugar en Stade Francais, el de Martín Landajo y Santiago García Botta para hacerlo en Harlequins -todos tras el Mundial- la preocupación y las voces que se alzan son porque Tomás Lavanini se va a Leicester Tigers. ¿Qué hay atrás de esto? Contratos.

Por Eugenio Astesiano

Parece un Deja vu. Otra vez, comentarios fuera de lugar e impregnados de olor a naftalina dan cuenta de lo lejos que está el público de aceptar el funcionamiento del rugby profesional real en nuestro país.

Acá no hay amor por la camiseta o el país, solamente. También hay dinero en juego y en muchos casos para algunos jugadores, el suficiente para asegurarse un futuro mediato solvente o que les permita emprender algún negocio o trabajo a futuro. No debería ser difícil de entender. La carrera del jugador de rugby tiene fecha de inicio pero no de final y a veces, desafortunadamente, puede ser muy corta.

Entonces, ¿por qué juzgar o criticar en lugar de agradecer? Ya hemos hablado sobre este tema en su momento y además, si finalmente van a poder jugar en Los Pumas de todas formas ¿por qué preocuparse?

La respuesta suele ser «¿Pero en Jaguares, qué hacemos? Jaguares es profesional y no me representan porque yo banco el rugby amateur de clubes, pero ojo… si se van todos, nos vamos a comer carro todos los partidos y nos van a echar del Super Rugby como a Sunwolves…» Todos hemos escuchado más que menos estos planteos, posturas que mezclan doble standard y exitismo, tan común entre nosotros.

Surge a continuación otro tema que acá figura semi oculto, pero que en el resto del mundo del rugby profesional es de candente actualidad y naturalidad: Contratos.

Vale la aclaración: la participación de Jaguares en el Super Rugby está asegurada. Ese contrato no es un problema.

Otra cosa son los de los jugadores.

Jugadores de calidad, hay. Vayamos al caso de la segunda línea, para volver sobre el asunto que dio origen a este artículo: Lucas Paulos (2022), Guido Petti (2021) y Matías Alemanno (2020), contratados, siguen. Franco Molina y Santiago Portillo tienen becas y podrían pasar a ser contratados. Si bien el jugador de Los Tarcos ha jugado más como octavo, todo parecería indicar que su futuro profesional estará en la segunda línea.

De hecho, hay muchos de los becados que seguramente sellen su primer vínculo contractual con la UAR más pronto que tarde y para ello, vale mirar otra lista, que es la de jugadores a los cuáles sus contratos se les vencen a fines de 2019: Gonzalo Bertranou, Matías Moroni, Ramiro Moyano, Santiago González Iglesias y Joaquín Díaz Bonilla entre los backs y Nahuel Tetaz Chaparro, Enrique Pieretto, Julián Montoya y Juan Manuel Leguizamón entre los forwards.

Todos están negociando. ¿Renovarán todos? En principio, no.

Pero que haya jugadores detrás no quiere decir que el tiempo no corra y que haya que apurar los trámites.

Hablamos de los que podrían firmar su primer contrato contrato y cambiar de status en breve: Gaspar Baldunciel, Diego Fortuny, Lucas Favre y Nicolás Solveyra serían primeras líneas con las opciones abiertas. Lo propio para Santiago Montagner y Francisco Gorrisen como terceras líneas.

Felipe Ezcurra pasará sin dudas a ser contratado. ¿Lautaro Bazán Vélez tendrá su oportunidad en el XV? Ya es pieza clave del seven y podría pasar a tener contrato y que ¿Gregorio del Prete? ocupe su lugar con beca.

Entre los backs, la cosa parece más clara en la sucesión. Matías Osadczuk ya tiene firmado el suyo hasta 2022. Domingo Miotti, Santiago Chocobares, Agustín Segura, Lucas Mensa, Julián Domínguez e Ignacio Mendy tendrán indudablemente la posibilidad de rubricar sus nexos con la UAR porque por rendimiento, su futuro en Jaguares es inevitable. Y, en algún caso, tal vez hasta jueguen antes en el seleccionado nacional que en la franquicia como pasó en noviembre pasado con Vivas, Sordoni y Carreras.

Si todo sigue su curso, habría que tomar en cuenta a los actuales Pumitas del 2019 que pueden pasar a contrato derecho: Mateo Carreras y Juan Pablo Castro. Y hay que seguir muy de cerca el futuro de Bautista Pedemonte y Jerónimo Gómez Vara.

Repasemos: hasta 2022 ya firmaron contratos con la UAR el ya mencionado Paulos más Lucio Sordoni, Mayco Vivas, Javier Díaz, Rodrigo Bruni, Javier Ortega Desio como forwards y Osadzcuk y Santiago Carreras entre los backs.

Año clave va a ser el 2020 para renegociar, porque hasta 2021 han firmado 13 jugadores: Agustín Creevy, Tomás Lezana, Guido Petti, Marcos Kremer, Santiago Medrano y Juan Pablo Zeiss entre los delanteros y en los backs, Tomás Cubelli, Joaquín Tuculet, Sebastián Cancelliere, Bautista Ezcurra, Bautista Delguy, Emiliano Boffelli y Juan Cruz Mallía.

El actual capitán de Jaguares, Jerónimo de la Fuente, Matías Orlando y Alemanno, finalizan su vínculo en 2020.

Dentro de la cancha hay talento asegurado. Parece el momento indicado para poner todo el talento fuera de la cancha a disposición de la ingeniería para asegurarlo y el lugar de preocuparse por los que se van, ocuparse de los que se quedan.

 

 

 

 

Por acá es el camino

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Javier y Eugenio

 

 

Cuando tres por uno es ciento ochenta

Tres Podcast esta semana, todos contenidos diferentes. Análisis, opinión y nombres propios, al detalle.

Más de ciento ochenta minutos de rugby sin tandas, ni artificios: las voces de Javier Señarís y Eugenio Astesiano como sostén de los contenidos que brindamos a nuestros abonados.

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  1. Podcast del lunes: programa completo de Hablemos de Rugby en Radio y Punto. Seis Naciones, Gales, su juego, su no juego, táctica y estrategias de Gatland. El análisis de un campeón merecido, con Grand Slam incluido. ¿Qué hacemos con Schmidt, Eddie Jones y Gregor Townsend? ¿Qué será de ellos?
  2. Podcast del martes: Francia y sus laberintos. ¿Todo es culpa de Brunel? ¿Por qué es importante estar atentos a los seleccionados M20? Las lesiones en Jaguares y el futuro negro que quieren pintar y no existe.
  3. Podcast del jueves: Apareció el dinero en Gales y se armó la fiesta de contrataciones, regresos y renovaciones de contratos. Los medios y periodistas que no van a los entrenamientos, opinan como si fueran y supieran y operan sin saber de qué están hablando. Echamos por tierra la falacia de la falta de primeras líneas en Jaguares y el rugby argentino en general. También, la falta de respeto y la saña del público para con Martín Landajo y Pablo Matera tras sus anuncios de la continuidad de sus carreras en el exterior. Los jugadores que van camino al estrellato en Nueva Zelanda y que sin embargo, no atraviesan ahora una gran temporada.

Todo esto, en idioma castellano.

Se puede decir con más decoración, efectos de sonido, pompa y circunstancia. Pero difícilmente se pueda ser más claro y contundente.

 

 

 

El día menos pensado

Fue un sábado increíble de cosas que no suelen ocurrir en el rugby internacional de elite.

Primero, en Dunedin, debían jugar Highlanders ante Crusaders. La matanza de las Mezquitas, que dejó 51 muertos en Christchurch (ciudad de la cual Crusaders es originaria) además de una ola de repudio a lo largo de todo el mundo, generó también que primara la cordura. Dicho partido, ambas franquicias decidieron suspenderlo. Que se hayan repartido los puntos es anecdótico.

Reds ganó a Sunwolves en la última jugada del partido, 34 a 31.

Roma.

Y no hablamos de la película mexicana, sino de la capital italiana.

Roma fue el escenario de una de las actuaciones más insólitas, más imperfectas, menos certeras de un seleccionado en este Seis Naciones. Lo que hizo el equipo italiano ante Francia casi que no se puede explicar. El paroxismo del error no forzado. Todo lo bueno generado por el conjunto de Conor O’Shea (equipo desprolijo, atolondrado, descontrolado) fue dilapidado una y otra vez, de manera sistemática, dentro de los veintidós metros de Francia o en el ingoal mismo. No dejaron errores por cometer. Exasperante.

Francia, cuatro ataques en todo el partido, tres tries. Una actuación cercana al espanto, sobrepasados en todas sus líneas, cometiendo una cantidad industrial de penales, una aberración táctica y estratégica de Brunel… sin embargo, Dupont, N’Tamack y Penaud salvaron las papas una vez más. Por ahora. Lo de Francia es más que preocupante.

A continuación, en Johannesburgo, Lions perdía 33-8 al final del primer tiempo ante Rebels. El equipo de Wessels no sólo era amplio dominador, sino que comprendió con un razonamiento claro, con una táctica adecuada, que lo mejor para hacer ante Lions es atacarlo, ser vertical, preciso y certero. Y meterle mucha presión a Elton Jantjies, claro.

Todo eso, pasó. Sin embargo, en un momento de la segunda mitad, Quade Cooper, Will Genia y cía creyeron que la faena estaba cumplida y en lugar de seguir aplicando la receta exitosa, le entregaron la pelota a Lions y tiempo y espacio a Jantjies. Lo que pasó a continuación fue que el local empezó a atacar a su rival, generó una catarata de tries hasta empatarlo en 33. Si ya era una proeza, con un penal en tiempo cumplido, Gianni Lombard le dio la victoria a Lions. Las lágrimas de Swys de Bruin, su Head Coach, en el festejo íntimo en su cabina, quedaron plenamente justificadas.

Un minuto tardó Gales en llegar al ingoal irlandés. Combinación kiwi, classy from Anscombe (un kick sobre la defensa de los backs irish) terminó con Hadleigh Parkes apoyando la pelota.

Desde ahí, Alun Wyn Jones y la tercera línea galesa fueron los encargados de ponerle techo a las aspiraciones irlandesas. Imposible de romper, la defensa de los de Gatland fue todo lo sólida, compacta y homogénea que tenía que ser para que ni Murray ni Sexton (completamente dominados y fuera de partido ambos) pudiera generar nada o nada bueno.

El botín y la puntería de Anscombe se encargaron del resto. Título, Grand Slam y récord para el Dragón, Warren Gatland y Alun Wyn Jones, un capitán extraordinario. Un jugador incomparable. Un título merecido.

Y para el final… ¿cómo explicarlo?

Inglaterra ganaba 31-0, dominaba placenteramente el desarrollo del partido en Twickenham. Elliot Daly incontenible. Jonny May, imparable. Tom Curry, inaccesible. Launchbury, Vunipola, Tuilagi, Farrell, Slade… nivel supremo. Cómodo e impertérrito, despacito construyendo su Calcutta Cup, el equipo de Eddie Jones se encaminaba a una goleada histórica.

Pero en escasos viente minutos, el resultado estaba 31-31 y si no era por Finn Russel y su pie fuera de foco, Escocia hubiera estado al frente por más margen aún.

¿Qué paso? Atacaron a Inglaterra de manera sostenida. Aprovecharon los errores defensivos de la blonda Albion (cantidad de tackles errados) y uno tras otro, fueron llegando los tries de Escocia, conforme las mandíbulas de los ingleses, de Eddie Jones y de John Mitchell llegaban al piso. Incrédulos, sin reacción.

En el minuto 77, Sam Johnson llegó al try, bajo los postes ingleses. 31-38 y una remontada sin igual, un comeback como no los hubo casi nunca en los últimos lustros, estaba por sustanciarse e iba a ser el segundo del día.

Sin embargo, una sucesión de penales escoceses terminaron, en el minuto 82, con George Ford, en el día de su cumpleaños, anotando el try primero y la conversión a posteriori para empatar un partido sublime.

De Gatland, Schmidt, Jones, Townsend, Brunel y O’Shea, ya hablaremos en la radio.

Hoy, que sea Alun Wyn Jones -el que pidió a su equipo «Think» en un momento del partido que lo requería- el que se lleve todo en el día menos pensado.

Corresponde.

 

 

La performance deja un profundo disgusto generalizado

Seguramente ese sea el sentimiento que Gonzalo Quesada, su staff y jugadores tengan tras la pobre actuación de Jaguares en Ciudad del Cabo, en una derrota que podía ocurrir, pero no de la manera en que ocurrió. Eso, claramente, no era lo que estaba en los planes.

Por Eugenio Astesiano

¿Cuál puede ser una explicación a lo que pasó?

Uno de los aspectos centrales del partido pasó por el contacto y la agresividad. En eso, la distancia en el marcador se ajusta a derecho. El pack de Jaguares fue superado y por momentos, de manera amplia, por su contraparte y ni que hablar, los backs. Si algunos de los delanteros opusieron una férrea resistencia e intentaron torcerle el rumbo al partido -que había comenzado muy bien para los argentinos- esos fueron Montoya, Vivas, Medrano y Petti. El resto no pudo, no supo o no encontró la forma de frenar a sus rivales.

Entre los backs, Tomás Cubelli fue el único que se hizo carne de lo que pasaba cuando las cosas estaban bien y cuando estaban mal. El resto, fue superado ampliamente.

Volvamos a esos primeros diez minutos esperanzadores, en los que Jaguares estuvo con férreo control de las acciones, sin cometer penales y con dinámica. Eso, más el try de Delguy, consolidó lo que eran expectativas para llevarlas a la realidad.

Y hasta ahí, podemos sumar algunos minutos más en el inicio del segundo tiempo… todo lo demás se jugó donde, cómo y de la forma que quiso Stormers, con Siya Kolisi como estandarte y PS du Toit, Etzebeth y Shickerling como laderos.

En la previa anticipábamos que el pack que dominara al otro en el piso y en el contacto, se llevaba el partido. Así fue. En la primera parte de la pulseada, fue el de Jaguares el que comandó pero, en todo el resto, el local fue superior, más de lo que se deseaba y estaba previsto.

En las formaciones fijas, lo que iba a pasar, pasó una vez más: un line out parejo para ambos y un scrum fuerte para Stormers y muy irregular para Jaguares que, es obvio y redundante mencionarlo, cuando lo jugó como se debe para esta competencia y con el personal adecuado que tiene -rápido por canal 1- funcionó. Cuando se pretendió hacer otra cosa, simplemente no.

Pasado el primer cimbronazo para los locales, en sus primeros embates en veintidós metros de Jaguares y con su primer try en el haber, desde ahí, todo les fue relativamente sencillo. Sin estridencias, sin lujos, sin altisonancia pero de manera muy frontal y agresiva, todas las pelotas que tocaron primero Du Plessis y luego Willemse fueron propiciatorias de generación de peligro. La tarea fue simple: que los dos defensores más endebles de Jaguares (que luego con la salida de Delguy fueron tres) estuvieran muy preocupados en tacklear mucho y sentirse en apuros siempre. Así, Díaz Bonilla, Ezcurra y Cancelliere se las vieron negras para hacer pie en una faceta del juego en la que se sabía de antemano, les cuesta bastante.

Por más que Moroni y Cubelli se desdoblaron, por más que Tuculet estuvo siempre atento pero revolando los ojos porque las amenazas llegaban por todos lados, ese hándicap defensivo ocupó la cabeza de unos y otros. De los que atacaban y de los que defendían.

En contrapartida a Du Plessis y Willemse, que manejaron con relativa calma y justeza las pelotas de baja y media calidad que les proporcionó Jantjies (un 9 flojo para Stormers), al revés, Díaz Bonilla jamás pudo aprovechar las pelotas de calidad media o alta que le dio Cubelli. Al ceder metros e iniciativa ante la presión de una tercera línea implacable y de un tándem 10-12-13 muy poderoso en defensa, el apertura de Jaguares lució dominado, controlado, incómodo, acuciado y fastidioso, sin saber cómo salir del atolladero impuesto por el rival, aún a pesar de contar con -insistimos- pelotas de calidad (tampoco tantas) que los delanteros y el 9 argentinos le pudieron dar. Y atención, que así y todo, con su apertura en un nivel muy discreto, jugando muy atrás, prácticamente parado, con sus backs planos, Jaguares pudo vulnerar la defensa de Stormers en varias ocasiones. Y algo más: la seguridad que da Delguy en ataque, Cancelliere no la puede ofrecer. Su salida prematura repercutió, inevitablemente, en el andamiaje del equipo.

Aún con este panorama, la diferencia del primer tiempo (8 puntos) invitaba a creer, porque había con qué. Esa diferencia, establecida merced a la gran puntería de SP Marais, era escasa y alentadora. Había en el ambiente, para Jaguares, sensación de partido sin dominio, pero bajo control.

Y hubo diez minutos del segundo tiempo -los primeros- en los que pareció que los engranajes que mueven a un equipo se ponían finalmente, en funcionamiento. Ahí se recuperaron la iniciativa y el ímpetu. Sin demasiado esfuerzo se situaron en campo de Stormers y hubo una jugada de try en la que Medrano no logró retener la pelota al apoyar. Lo que pareció que ponía a Jaguares otra vez en carrera, fue el principio del fin. Esa jugada devino en knock on, scrum en contra, de allí un penal, a jugar a campo propio y tras varias situaciones, llegó el try de Kolisi (el MOTM).

Lo que debió haber sido 16 – 13 pasó a ser 23-8 y desde ahí, el derrumbe físico y mental de Jaguares fue aumentando conforme pasaron los minutos. Los últimos treinta fueron la muestra de todo lo que uno no quiere ni desea ver de este equipo. Como era previsible, ni los cambios ni los riesgos tomados fueron propicios. El descontrol fue in crescendo, el sometimiento en el contacto también y Stormers aprovechó eso para sacar un punto bonus merecido.

Durante cincuenta minutos, cada uno de los equipos aportó al juego todo lo malo y todo lo bueno que habían mostrado en fechas anteriores. En los últimos treinta, Stormers mejoró sustancialmente su parte deficitaria a la vez que Jaguares aumentó sus errores y dejó de hacer lo bueno que le habíamos visto. Eso le puso el cierre a un partido que, para Quesada y en términos de nombres, le va a hacer mover sus opciones, sus ideas y sus andamiaje. Probar, ya pudo probar algunas cosas.

Acaso sea momento de probar otras.

 

La victoria fue probar

Hay algo cantado en el rugby de elite del hemisferio sur, llamese Super Rugby o Rugby Championship: una desatención en el tackle o en la marca, un desarreglo defensivo u ofensivo, una pelota perdida o regalada, se transforman las más de las veces, en puntos en contra. Y mucho de lo sucedido en el partido entre Lions y Jaguares en Johannesburgo vino de estas cuestiones, en ambos lados.

Por Eugenio Astesiano

En un duelo de equipos inexpertos, abarrotados de jugadores en sus primeras armas como titulares o con sus primeros minutos de la temporada, fue Lions fue el que sacó ventajas más rápido, se hizo fuerte y dominó. Después, cuando el partido estuvo ya casi sentenciado, fue Jaguares el que se destapó y le hizo pagar al local sus errores y por poco no se lo quita.

Pero eso es problema de Swys de Bruin. Nos atañe lo que le pasó a Jaguares y siempre, desde que Gonzalo Quesada anunció la formación, los que solemos cubrir los entrenamientos de la franquicia argentina pudimos advertir ciertas debilidades estructurales, pero en la balanza, probar jugadores, darles minutos, ver sus rendimientos en el rugby de alto nivel bajo presión, poder tener un parámetro, un baremo de su situación en el campo y de su comportamiento general en la cancha, era -es y sigue siendo- prioritario y esto excede al año mundialista: lo que hizo Quesada debió y pudo hacerse mucho antes. Pero se hizo ahora. Enhorabuena.

El partido tuvo un protagonista mayoritario que se soltó y manejó los hilos a su antojo, algo que suele pasar cuando juega sin presión del contrario: Elton Jantjies hizo, deshizo, construyó, lanzó y pateó como si estuviese en el patio de su casa, donde efectivamente estaba.

El 10 de Lions jugó los primeros 60 minutos del partido libremente, a su antojo, lejos de la presión que recibió en Buenos Aires, donde Jaguares lo atosigó. Nada de eso ocurrió en el ex Ellis Park (siempre lo será) y Jaguares pagó eso con puntos. Nuevamente, con una catarata de penales en contra en los primeros diez minutos, el equipo se puso solo en situación de extrema defensa y si bien salió algo airoso porque todo lo que perdió en el piso lo ganó en las alturas, la vulnerabilidad se hizo muy evidente y Lions la identificó bien: un equipo con Landajo – Díaz Bonilla y Ezcurra como eje 9-10-12 es bastante probable que sea vulnerable defensivamente en ese sector de la cancha. Jaguares entró «seteado» para atacar y en cambio, se tuvo que defender muy fuerte. Fue como entrar con un Fórmula 1 a correr un Rally. Igualmente, no se los puede responsabilizar a ellos tres solamente, fue Jaguares como equipo el que no defendió con la misma firmeza que ante Bulls y Blues.

En Buenos Aires, cuando se enfrentaron en la primera fecha, Díaz Bonilla y Jantjies fueron debidamente refugiados en lugares menos asequibles para sus defensores. Ayer, Jantjies no lo necesitó y en el equipo argentino, los tres mencionados quedaron un tanto expuestos. El principal responsable de abrir la brecha fue Wandisile Simelane, dominador absoluto en el medio de la cancha. Entre el 10 y el 13 de Lions manejaron la profundidad y ejecutaron su táctica a discreción.

Los delanteros locales también dominaron. El scrum y el piso no fueron un monopolio, pero sí, patrimonio de Lions, con un pack sólido y Marx y Schoeman desatados. Sobre el scrum, sobra decir que hay que sacarla rápido. ¿Cuánto? Mucho. Con pelota propia, no hay que desgañitarse para empujar, hay que sacarla y a jugar. En el line, la cosa fue muchísimo más pareja, y hasta a favor de Jaguares.

Cuando parecía que finalmente el equipo empezaba a encontrarse, en un ataque franco, Cancelliere hizo algo que no debió hacer: tiró un pase 50-50 que no lo demandaba la situación. Pelota recuperada de Lions y try en contra.

Así y todo, con un panorama que dentro de la cancha era poco alentador, Jaguares estuvo en partido. Un gran try de Moyano -reemplazó a Boffelli, que se lesionó y fue otra vez fundamental- vía kick de Díaz Bonilla y otro desde un Line y su posterior maul (la gran garantía y sello de este equipo en 2019) con Montoya a la cabeza le dieron dos tries a los argentinos. Había esperanzas.

El inicio del segundo parcial fue -cómo negarlo- muy desalentador y las esperanzas, a decir verdad, parecieron sepultadas. Tres conquistas de Lions en menos de diez minutos y la falta de reacción fueron el presagio de una prueba que no tenía visos de terminar de manera feliz. Como poner un Fórmula 1 en el Dakar.

En los últimos veinte minutos, las ganas, la confianza, el «perdido por perdido» tocaron a la puerta. Lo cierto es que los cambios generaron un impulso positivo. La necesidad de salir a atacar a Lions -que era lo previsto evidentemente, lo que había que hacer-  era lo que mandaba la estrategia (en la previa) porque Lions era y es un equipo vulnerable. Y vinieron entonces los tries de Jaguares. Cuatro. Seis en total. Jaguares, cuando ataca con control de pelota, es peligroso y tiene recursos sobrados para lastimar.

Si la compostura se hubiese adueñado un poco antes, si la calma, el control de la defensa se hubiese solidificado con tackles firmes, si en vez de precipitación hubiese habido precisión en el arranque de ese segundo tiempo, otra hubiese sido la historia. Montoya, Moyano y Moroni (3M) fueron los que levantaron la mano, los que soportaron estoicos la tempestad en la cubierta y lideraron la remontada.

De todas formas, como corolario, queda la tranquilidad de que Quesada se animó a probar. Olvidemos el resultado y pongamos el foco en lo importante y no en lo urgente. Quiso comprobar fehaciente y empíricamente algunas cuestiones y lo hizo. Seguramente sus conclusiones sirvan para ajustar cosas de cara al futuro mediato y eso, sin probar, es imposible saberlo. Ahí fue donde ganó Jaguares. Esa fue su victoria.

Nueve semanas y media

Cansancio global e indiscriminado. Desde lo obvio por parte de los jugadores a las caras de todo el staff. La dureza del partido, el esfuerzo físico y mental de las nueve semanas y media que lleva este proceso, reflejadas el sábado 3 de marzo a las 21hs con la frase «De hoy, hay moretones varios pero estamos bien encaminados» salida de la boca del entrenador Gonzalo Quesada. Así se pone fin de la primera etapa -positiva- de Jaguares en su versión 2019.

Por Eugenio Astesiano

Una derrota y dos victorias, el saldo. En los tres partidos hubo que trabajar viniendo de atrás en el score pero con diferentes situaciones dentro de la cancha. Ante Lions y Bulls, de una forma, con más dominio de terreno, pelota y mental de la situación. Ante Blues, sin la bola, sin más campo hacia atrás que el propio ingoal y sin espacio para equivocaciones.

En definitiva, Blues exigió a Jaguares a defender con un orden, ahínco y vehemencia como ninguno de los dos rivales anteriores y hay que destacar un detalle que no es menor: el conjunto kiwi juega este torneo sin un apertura y un medioscrum a la altura de sus pergaminos. Otere Black y Augustine Pulu, o Ruru – que ingresó después- han podido conducir a esta franquicia con calidad. Si Blues hubiese tenido conducción acorde al resto del plantel que tiene, no sólo el de ayer sino todo su 2019, hubiese sido muy distinto.

Esto tuvo su implicancia ayer también, indudablemente. Un back de Jaguares comentó «si (Pulu) levantaba la cabeza y sumaba, en muchísimas pelotas cerca del ingoal (nuestro), estábamos en inferioridad numérica y quedábamos muy expuestos. Si se la daba a Ma’a Nonu en lugar de ir él o de arrancar para el otro lado, nos abrochaban» y es honestamente cierto. Pulu y Black decidieron que la mejor forma o vía de Blues para doblegar a Jaguares fuese la que todo el resto entendía como errónea. Esta razón simplificó una barbaridad la gestión defensiva argentina, que obligó a que esa pareja de medios vapuleada se mantuviera obcecada en la elección de sus opciones.

Las pruebas, son contundentes. Además de los «moretones varios» de Jaguares por defender con mucha rudeza, en ningún momento del partido Akira Ioane, Rieko Ioane, Patrick Tuipolotu, Ma’a Nonu, Karl Tuinukuafe, Melani Nanai ni Sonny Bill Williams (salvo una vez) pudieron alzarse como ball carriers y romper la barrera defensiva argentina, algo que era factible y atemorizante por partida doble.

Una vez más, emerge acá la figura de Marcos Kremer. Veinticinco tackles implacables, impasables, ininmutables, demoledores… el entrerriano se encargó de voltear las esperanzas kiwis unas tras otras, secundado por Pablo Matera (18), Julián Montoya (17), Guido Petti (16), Tomás Lavanini (14), Santiago Medrano (14) y otros dos que fueron cruciales y que pusieron un «Checkpoint Charlie» en el centro de la cancha: Matías Orlando -excelente como opción de 12 y capitán- y Matías Moroni, que entre ambos sumaron 30 tackles. La defensa -demasiado apretada dentro de sus propios 22 metros- fue exigida al máximo. Ni se dobló, ni se rompió.

Con este panorama de un lado y del otro, es fácil advertir quién tuvo la pelota y quién se tuvo que conminar a que las pocas opciones de administrarla, fueran eficientes.

Jaguares fue un canto a la eficiencia. Como no lo fue ante Lions y le costó el partido, ante Blues «con migajas» -Quesada dixit- el equipo metió tres tries y pudo haber venido uno más.

Si, si… Ramiro Moyano. Ya estábamos llegando ahí.

¿Cuánto hace que genera estragos? ¿Se acuerdan del Seven? ¿De Pampas? ¿Qué sería de este equipo sin su elusividad, velocidad y claridad para identificar debilidades y huecos en las defensas rivales? Un jugador de otro planeta en este sentido y en casi todos.

Dos tries con su firma y sello, más un try de Line y Maul (lo que han entrenado el ataque y defensa de esta situación de juego y con la intensidad que se ha hecho, es casi indecible) fueron el resultado de esas migajas.

El scrum viene en franco ajuste, el line es una garantía de efectividad y la defensa está sólida, Tomás Cubelli y Tito Díaz Bonilla empiezan a tomar confianza, la convicción de todos está firme y hay siempre, buen clima de trabajo. Esto último ha sido basal, determinante, en estas primeras nueve semanas y media.

A partir de hoy con la primera gira, el cansancio acumulado, los lesionados y la rotación planificada, está por comenzar otra película que sin importar el género, esperamos que tenga un final feliz, como todos deseamos.