Fue un sábado increíble de cosas que no suelen ocurrir en el rugby internacional de elite.
Primero, en Dunedin, debían jugar Highlanders ante Crusaders. La matanza de las Mezquitas, que dejó 51 muertos en Christchurch (ciudad de la cual Crusaders es originaria) además de una ola de repudio a lo largo de todo el mundo, generó también que primara la cordura. Dicho partido, ambas franquicias decidieron suspenderlo. Que se hayan repartido los puntos es anecdótico.
Reds ganó a Sunwolves en la última jugada del partido, 34 a 31.
Roma.
Y no hablamos de la película mexicana, sino de la capital italiana.
Roma fue el escenario de una de las actuaciones más insólitas, más imperfectas, menos certeras de un seleccionado en este Seis Naciones. Lo que hizo el equipo italiano ante Francia casi que no se puede explicar. El paroxismo del error no forzado. Todo lo bueno generado por el conjunto de Conor O’Shea (equipo desprolijo, atolondrado, descontrolado) fue dilapidado una y otra vez, de manera sistemática, dentro de los veintidós metros de Francia o en el ingoal mismo. No dejaron errores por cometer. Exasperante.
Francia, cuatro ataques en todo el partido, tres tries. Una actuación cercana al espanto, sobrepasados en todas sus líneas, cometiendo una cantidad industrial de penales, una aberración táctica y estratégica de Brunel… sin embargo, Dupont, N’Tamack y Penaud salvaron las papas una vez más. Por ahora. Lo de Francia es más que preocupante.
A continuación, en Johannesburgo, Lions perdía 33-8 al final del primer tiempo ante Rebels. El equipo de Wessels no sólo era amplio dominador, sino que comprendió con un razonamiento claro, con una táctica adecuada, que lo mejor para hacer ante Lions es atacarlo, ser vertical, preciso y certero. Y meterle mucha presión a Elton Jantjies, claro.
Todo eso, pasó. Sin embargo, en un momento de la segunda mitad, Quade Cooper, Will Genia y cía creyeron que la faena estaba cumplida y en lugar de seguir aplicando la receta exitosa, le entregaron la pelota a Lions y tiempo y espacio a Jantjies. Lo que pasó a continuación fue que el local empezó a atacar a su rival, generó una catarata de tries hasta empatarlo en 33. Si ya era una proeza, con un penal en tiempo cumplido, Gianni Lombard le dio la victoria a Lions. Las lágrimas de Swys de Bruin, su Head Coach, en el festejo íntimo en su cabina, quedaron plenamente justificadas.
Un minuto tardó Gales en llegar al ingoal irlandés. Combinación kiwi, classy from Anscombe (un kick sobre la defensa de los backs irish) terminó con Hadleigh Parkes apoyando la pelota.
Desde ahí, Alun Wyn Jones y la tercera línea galesa fueron los encargados de ponerle techo a las aspiraciones irlandesas. Imposible de romper, la defensa de los de Gatland fue todo lo sólida, compacta y homogénea que tenía que ser para que ni Murray ni Sexton (completamente dominados y fuera de partido ambos) pudiera generar nada o nada bueno.
El botín y la puntería de Anscombe se encargaron del resto. Título, Grand Slam y récord para el Dragón, Warren Gatland y Alun Wyn Jones, un capitán extraordinario. Un jugador incomparable. Un título merecido.
Y para el final… ¿cómo explicarlo?
Inglaterra ganaba 31-0, dominaba placenteramente el desarrollo del partido en Twickenham. Elliot Daly incontenible. Jonny May, imparable. Tom Curry, inaccesible. Launchbury, Vunipola, Tuilagi, Farrell, Slade… nivel supremo. Cómodo e impertérrito, despacito construyendo su Calcutta Cup, el equipo de Eddie Jones se encaminaba a una goleada histórica.
Pero en escasos viente minutos, el resultado estaba 31-31 y si no era por Finn Russel y su pie fuera de foco, Escocia hubiera estado al frente por más margen aún.
¿Qué paso? Atacaron a Inglaterra de manera sostenida. Aprovecharon los errores defensivos de la blonda Albion (cantidad de tackles errados) y uno tras otro, fueron llegando los tries de Escocia, conforme las mandíbulas de los ingleses, de Eddie Jones y de John Mitchell llegaban al piso. Incrédulos, sin reacción.
En el minuto 77, Sam Johnson llegó al try, bajo los postes ingleses. 31-38 y una remontada sin igual, un comeback como no los hubo casi nunca en los últimos lustros, estaba por sustanciarse e iba a ser el segundo del día.
Sin embargo, una sucesión de penales escoceses terminaron, en el minuto 82, con George Ford, en el día de su cumpleaños, anotando el try primero y la conversión a posteriori para empatar un partido sublime.
De Gatland, Schmidt, Jones, Townsend, Brunel y O’Shea, ya hablaremos en la radio.
Hoy, que sea Alun Wyn Jones -el que pidió a su equipo «Think» en un momento del partido que lo requería- el que se lleve todo en el día menos pensado.
Corresponde.